De qué nos sirve vuestra calma y la tranquila ternura de vuestras palabras. Sino sosegáis el hado la verdad, de estos días, ni dais soluciones a la desdicha. De qué nos sirve vuestros encuentros, y en diálogos derivativos, sino ponéis remedio inmediato. Apenas quedará nadie si el mal no es erradicado. El mundo se vio empañado de sus resplandores y destellos. Y es la mano del hombre quien lo ha ensuciado. Manoly Naranjo