Una vez el diablo se disfrazó de pescador y con su caña no dejaba de llenar sus cestas de fresco pescado. El resto de los pescadores se preguntaban extrañados qué estaba pasando. Mientras aquel desconocido atraía todos los peces, ellos se encontraban con las cestas vacías y con mucha hambre en sus cuerpos. El diablo reía al ver la cara envidiosa de aquellos pescadores. Al cabo de un rato les propuso un negocio: “Si os hacéis de los míos tendréis las redes llenas y vuestras familias no volverán a pasar hambre”.
Muchos pensaron que el hambre apremiaba. Eran tiempos de sequías y calamidades, de hambre y muerte. Dándose cuenta uno de ellos de la debilidad de sus compañeros pidió con todas sus fuerzas la ayuda del cielo para que los peces llegaran a sus redes y demostrar que el amor a Dios es más fuerte que el poder del diablo. Las oraciones fueron escuchadas y cientos de peces aparecieron saltando a la superficie para alegría de los pescadores y furor del diablo. Dice la leyenda que a partir de entonces el pueblo quedó bautizado con el nombre de “moll”, palabra que con el tiempo se ha transformado en Mollet.
César Alcalá
Historiador