
En aquellos días de agosto de 1869 varias partidas carlistas estaban organizando en el Vallès, concretamente desde Mollet a Sant Cugat. Un grupo de carlistas se preparaba en Montealegre, cerca de Sant Fost de Campsentelles. Montealegre era una Cartuja de penitentes de San Bruno. Muy cerca de ella estaba la Conreria, grandioso edificio donde los religiosos tenían depositado el grano y todos los utensilios para el cultivo. La Cartuja sufrió las persecuciones del primer tercio del siglo XIX y la desamortización de Mendizábal. En aquellos parajes debemos situar el devenir de los acontecimientos que ahora narraremos.
El relato de los hechos nos ha llegado gracias a Isidro Duñó, el Rana, natural de Santa María de Martorelles, uno de esos carlistas que se dieron cita en Montealegre y que, milagrosamente, pudo salvar la vida. El teniente coronel Casalis tenía orden del Capitán General de Cataluña Eugenio Gaminde Lafont que, desde la zona de mar, avanzara con sus tropas dirección al Vallès, para buscar y reprimir todas las partidas carlistas allí organizadas. Un grupo de carlistas decidió reunirse en la Font de les Monjes, muy cerca de la antigua cartuja de Montealegre. Allí fueron sorprendidos por el grupo encabezado por Casalis. Llenos de odio contra todo lo que fuera carlista, detuvieron a estos jóvenes, los ataron y, sin juicio, fueron fusilados.
Para poder proteger de sus impunes actos, Casalis dijo que los jóvenes llevaban boinas y armas. Nada más falso. Este presunto armamento había sido requisado la noche anterior a una partida carlista que, al ser descubierta, dejó abandonadas estas pertenencias. El encuentro carlista de Montealegre tenía como misión reunirse con el general Larramendi que se encontraba muy cerca de aquellos parajes. Un confidente advirtió que diez jóvenes se reunirían allí para levantarse en armas contra el poder establecido. Informado Casalis, y sin ningún perjuicio, acabó con el levantamiento a golpe de fusil.
Al lugar de los hechos fueron vecinos de Sant Fost de Campcentelles. Casalis ordenó al alcalde dar sepultura a los nueve facciosos que acababan de ser fusilados. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común del cementerio de esta localidad. En el punto donde se cometió el asesinato, se levantó una cruz en recuerdo de las víctimas. Aquella cruz ha sido lugar de peregrinación para muchos carlistas catalanes.

Los injustamente fusilados eran Josep Soler, 49 años, de Barcelona; Andreu Roca, 52 años, de Sant Cugat; Ramon Queralt, 18 años, de Barcelona; Joaquín Sauri, 37 años, de Barcelona, José María Freixas, 18 años, de Riudecols, Vicente Torras, 37 años, de Sant Celoni; Joan Vila, 39 años, de Tiana, José Anglada y Hipólito Castells, 18 años, natural Marsella. Sus cuerpos aún están enterrados en un nicho en el cementerio de Sant Fost de Campcentelles.
César Alcalá
Historiador